Invertir en sistemas alimentarios locales fomenta la nutrición y el crecimiento económico, defiende el FIDA en la Cumbre sobre Nutrición para el Crecimiento

En la actualidad las inversiones distan mucho de ser suficientes para hacer frente a la magnitud de la crisis nutricional mundial.
Roma, 26 de marzo de 2025: Invertir en la agricultura a pequeña escala y en los sistemas alimentarios locales es una de las formas más eficaces de hacer frente a la malnutrición y la inseguridad alimentaria, aportando beneficios duraderos a las economías nacionales. Este es el mensaje que Álvaro Lario, Presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) de las Naciones Unidas, llevará a la Cumbre de Nutrición para el Crecimiento, (N4G) que reunirá en París a líderes mundiales y expertos mundiales en nutrición los días 27 y 28 de marzo de 2025.
“Invertir en la agricultura a pequeña escala y en los sistemas alimentarios locales para luchar contra la malnutrición es una estrategia destacable. No se trata de alimentar a la población con urgencia hoy, sino de brindar soluciones duraderas y desarrollar cadenas alimentarias resilientes, productivas y equitativas que puedan nutrir a las comunidades durante generaciones”, declara Lario de camino a la Cumbre.
“Las pequeñas explotaciones agrícolas son las raíces que sostienen la nutrición mundial. Invertir para que prosperen no es solo alimentar a la población de hoy, sino también encontrar soluciones duraderas que construyan cadenas alimentarias resilientes y equitativas que puedan alimentar al mundo durante generaciones”, declaró Lario de camino a la Cumbre.
En ella, Lario hará hincapié en que la lucha contra la malnutrición exige algo más que aumentar la productividad agrícola, en especial en regiones como África Subsahariana, donde el rendimiento sigue siendo bajo. También supone apoyar la producción de una mayor variedad de alimentos locales nutritivos y resilientes al clima. De las 5 000 especies de plantas comestibles en el planeta, la población mundial solo consume nueve, de las cuales solo tres ―a saber, el arroz, el trigo y el maíz― aportan el 50 % de la ingesta total de calorías. Existen cientos de alimentos locales marginados que son nutritivos y resilientes a las condiciones climáticas locales. Entre otros, cabe destacar el mijo, el sorgo, varios tipos de frijoles, frutas y hortalizas.
Además de mejorar y diversificar la producción, estos alimentos deben estar disponibles en opciones atractivas y accesibles y llegar a los mercados y supermercados locales a través de cadenas de valor eficientes e inclusivas, lo cual garantiza a la población no solo el acceso a una dieta variada y nutritiva, sino también su asequibilidad. De ahí la necesidad crucial de invertir en los millones de pequeñas y medianas empresas rurales ―a menudo pertenecientes al sector informal― que constituyen la espina dorsal de las cadenas de valor alimentarias en los países en desarrollo, pese a lo cual siguen contando con una financiación insuficiente.
Finalmente, también urge invertir en los pequeños productores para ayudarlos a adaptarse a las crecientes perturbaciones climáticas, que ponen en peligro la seguridad alimentaria y nutricional. Pese a que producen un tercio de los alimentos que se consumen en todo el mundo, cifra que alcanza hasta el 70 % en los países de ingreso bajo y mediano, reciben menos del 1 % de la financiación mundial para el clima.
“Inversiones en la nutrición y los sistemas alimentarios generan gran impacto, aporta beneficios sociales y económicos extraordinarios e impulsa el crecimiento inclusivo en los países. Por ello debemos ampliar los instrumentos financieros existentes o en ciernes que hacen posible que los agentes de los sectores público y privado inviertan al nivel necesario”, afirma Lario.
Según las últimas estimaciones, cada dólar de los Estados Unidos invertido en la lucha contra la desnutrición suele obtener un rendimiento de 23 dólares. En cuanto a la reducción de la pobreza y el hambre, el crecimiento económico generado por la agricultura resulta entre dos y tres veces más eficaz que el generado por los demás sectores.
Sin embargo, en la actualidad las inversiones distan mucho de ser suficientes para hacer frente a la magnitud de la crisis nutricional mundial. Se estima que el gasto público medio para subsanar las “carencias nutricionales” es de apenas USD 1,87 por persona, lo que representa la inversión más baja de las destinadas a todas las categorías de enfermedades que se contabilizan en el gasto mundial en salud. Además, se calcula que la malnutrición cuesta a la economía mundial USD 3,5 billones anuales en concepto de pérdida de productividad, gastos sanitarios y disminución del capital humano. En África, la desnutrición y la malnutrición infantiles provocan pérdidas económicas que oscilan entre el 1,9 % y el 16 % del producto interno bruto (PIB) anual.
Lario abogará por más mecanismos de financiación mixta que permitan al sector público, los inversores privados y las filantropías poner en común sus recursos y compartir riesgos, herramientas de crédito innovadoras, bonos nutricionales y el aprovechamiento de las remesas y las inversiones de la diáspora.
El FIDA también está comprometido a ampliar sus intervenciones centradas en la nutrición para que al menos el 60 % de sus proyectos integre actividades de apoyo a la mejora de la nutrición en aspectos como la agroecología, los huertos familiares, los programas de alimentación escolar en los que se compran alimentos nutritivos a agricultores locales, la prestación de apoyo al cultivo y la comercialización de los tipos de alimentos que prácticamente no se utilizan ni se tienen en cuenta y la mejora del almacenamiento para evitar la pérdida de alimentos. Invertir en agrobiodiversidad ayuda a construir sistemas alimentarios más sanos y resistentes.
Hoy en día, 2 800 millones de personas, es decir, una de cada tres, no pueden permitirse una alimentación saludable. Unos 148 millones de niños, esto es, casi uno de cada cuatro, padecen retraso en el crecimiento a causa de la desnutrición crónica o recurrente, lo que les impide alcanzar su pleno desarrollo físico y cognitivo. En torno a 45 millones de niños padecen emaciación, forma de malnutrición que se desarrolla de manera repentina y puede ser letal, a menudo acompañada de un episodio reciente de pérdida de peso grave. Se calcula que más de 2 000 millones de personas padecen carencias de vitaminas y minerales esenciales, como hierro, vitamina A y zinc. Alrededor de 390 millones de niños y adolescentes padecen sobrepeso u obesidad.