Las aguas subterráneas constituyen un 30 % del agua dulce del planeta. Son un recurso importante para hacer frente a diversos fenómenos mundiales, como el aumento de la población, la agricultura a gran escala y el uso intensivo de los recursos hídricos en diferentes sectores, como la extracción de gas o petróleo, la minería, la fabricación de ropa o textiles y la ganadería. Para proteger las aguas subterráneas de la sobreexplotación y la polución, y gestionarlas de manera sostenible, es fundamental contar con datos sobre algunas de sus características. Los científicos pueden, por ejemplo, sacar conclusiones sobre la procedencia del agua de un acuífero, su calidad y la velocidad con la que el agua extraída se recupera (ritmo de recarga). Para ello, analizan variaciones en los átomos que componen las moléculas del agua y estudian su “perfil” o “marca isotópica”.
Aguas subterráneas: ¿cómo se estudia su polución y sostenibilidad?
También ha de tenerse en cuenta que el agua subterránea no siempre es potable.
Imagen: Los acuíferos son capas de roca porosa en las que se acumula agua que es posible extraer. (Infografía: A. Vargas/OIEA)
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¿Qué son las aguas subterráneas?
Como su nombre indica, las aguas subterráneas son recursos hídricos que se encuentran bajo el suelo. Estas aguas se filtran a través de las grietas y los espacios entre las rocas y los sedimentos y se acumulan en acuíferos. En algunos casos, es posible extraer esa agua mediante pozos y emplearla para la irrigación de cultivos, el consumo de agua potable, la industria u otras actividades humanas.
¿Cómo se forman los acuíferos y por qué debemos usarlos con prudencia?
Las aguas subterráneas forman parte del ciclo del agua. Tras las precipitaciones, parte del agua empapa el suelo y, por efecto de la gravedad, migra constantemente hacia el subsuelo hasta que la detiene una roca compacta e impermeable, denominada acuicludo. Muchos acuíferos están conectados a ríos y otros cuerpos de agua superficiales y reciben agua procedente de estos durante la estación seca. En la estación de lluvias puede ocurrir lo contrario, es decir, que parte de las aguas subterráneas fluya a los lagos y ríos.