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Mujeres extraídas y luchadoras de Guatemala


2016-01-18
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OXFAM

La Costa Sur está catalogada como “zona productiva” en el país, por lo que oficialmente no existe pobreza. Lo cual no es cierto. El 80 % de las familias son pobres y el 40 % vive en pobreza extrema.

María Tránsito no tiene una edad, las tiene todas. Es una mujer maya mam. Refugiada durante 15 años en México, por el conflicto armado y la violencia en su país. Cinco hijos allá. Vuelta a Guatemala en 1991. Otra hija acá. Vive en la comunidad de La Lupita, en la Costa Sur guatemalteca, y forma parte de laAsociación Madre Tierra que agrupa a mujeres de 7 comunidades de la zona, donde viven 1.400 familias de varias etnias: mam, quiché, mestizas y otros grupos minoritarios. El 55 % de la población son mujeres.

María Tránsito viajó hace tres años a México a ver a sus hijos y nietos, pero es caro ir y su casa está ahora en La Lupita. Allí reconstruyó su nuevo hogar, ya que sus tierras originales en Huehuetenango —de donde fueron expulsadas por la violencia—, fueron ocupadas al acabar el conflicto. En la Lupita siembra y cosecha.

Los gobiernos y la oligarquía de Guatemala optaron hace tiempo por un modelo de desarrollo “extractivo”. Minerales, lo más reciente; agro exportación, lo más extendido; maquilas, como en toda la región. Del primero se extrae el rico subsuelo, el segundo se lleva la tierra y el agua, el tercero abusa del trabajo pagado en miseria. También están las hidroeléctricas haciendo daño.

La Costa Sur está catalogada como “zona productiva” en el país, por lo que oficialmente no existe pobreza. Lo cual no es cierto. El 80 % de las familias son pobres y el 40 % vive en pobreza extrema.Da igual, se les hace invisibles en las estadísticas e inversiones públicas. “Solo Oxfam nos apoya y se acuerda de nosotras” dice una compañera de María Tránsito. 

Los cultivos para la agro exportación lo inundan todo. Para llegar a la comunidad hay que pasar por una inmensa plantación de plátanos y también por varias de palma africana (aceite). La caña de azúcar nos rodea y la piña y el hule aparecen de cuando en cuando. La Lupita y las otras 6 comunidades de Madre Tierra son islas rodeadas de alimento para otros, lejos. Mientras ellas producen alimento para sus familias y su país, cerca.

Escuchamos a María Tránsito, Delfina y a las demás mujeres, sin prisa. No están solo de La Lupita. Madre Tierra forma parte de la Red Centroamericana de Mujeres Rurales, Indígenas y Campesinas. Y han venido más mujeres guatemaltecas de esa red, algunas desde el Petén o Alta Verapaz, a más de un día de trayecto de La Lupita, para compartir con nosotros. Gracias. Escuchemos entonces. Y preguntemos. La buena curiosidad me puede.

José María Vera, director general de Oxfam Intermón, con mujeres guatemaltecas. Foto: Oxfam

María Tránsito habla riendo. O ríe hablando. No lo puede evitar. Y uno se contagia de la risa, aunque lo que cuente no sea broma. Nos cuentan cómo luchan por vivir. Mi impresión, tras escuchar, es que el problema central en estas siete comunidades no es tanto o solo la tierra, aunque en otros lugares sí lo sea. Muchas la tienen, no en gran cantidad, no siempre segura en lo legal, no siempre suya del todo (marido, comunidad..), pero la tienen. Cultivan maíz para comer, mango y ajonjolí para vender. 

El problema central es el agua

Los cultivos para agro exportación necesitan mucha agua y se la llevan, vaya si se la llevan. La acaparan, cambian cursos de arroyos, secan lagunas. Son cultivos intensivos en químicos y residuos por lo que contaminan cauces y el subsuelo. Por supuesto que ni piden ni tienen permisos. Eso sí es una broma. Son los amos del país, las “familias”. Les han concedido tierras sin medida, y el agua, todita, sin ni siquiera plantearse las consecuencias. La protesta de las comunidades no encuentra espacios y a veces es reprimida. Los cultivos de las comunidades, de las mujeres, también son afectados por el polvo de los camiones y por los químicos arrojados a lo bestia. Qué más da. De esto hablamos cuando hablamos de “derechos vulnerados”, dos palabras.

María Tránsito lo cuenta riendo, hablando sin parar. “A ellos el gobierno les da todo el dinero y todo el apoyo. A nosotras nada. Somos débiles y ellos fuertes. Nadie nos protege. Si siguen así, al final nos aplastarán como algodoncito en manos de animal”. Ahora también llora, mientras ríe y habla. 

En Oxfam no somos poderosos salvadores

Esto es una lucha injusta y desigual. Sabemos escuchar y tratamos humildemente de apoyar a las mujeres. También sabemos, o deberíamos, reír y llorar. 

El Programa de Oxfam incorpora formación en sus derechos y apoyo para juntarse y sentirse más fuertes en la red nacional de mujeres rurales. Desde la red realizan propuestas de cambio en las políticas de manejo de la tierra y el agua y de apoyo a los pequeños productores. Se mueven, viajan a la capital, se manifiestan, para hacer llegar esas propuestas al poder. Y llegan, a luchadoras no las gana nadie. La formación también es sobre iniciativas económicas y cómo llevarlas a cabo. Y hay apoyos para mejorar y diversificar su producción a través de cultivos agroecológicos. Visitamos las casas y parcelas de algunas mujeres donde ya se están implantando. Hay que reivindicar, hay que proponer alternativas con el ejemplo y hay que producir y comer. 

Me dicen que María Tránsito es actriz. Obvio pues. Información atrasada, uno lo siente nada más verla. Esa expresividad de las emociones solo puede salir del mejor fondo de una actriz. 

María Tránsito representando la obra “Subasta de Tierras” que clama por la justicia en el acceso a los recursos naturales y a la inversión pública. Foto: OxfamEn esta foto aparece representando la obra “Subasta de Tierras” que clama por la justicia en el acceso a los recursos naturales y a la inversión pública. Ser actriz es una buena forma de sacar lo que se lleva dentro, la rabia, el miedo, la fuerza y la ilusión, todo. Y de formular las demandas y las propuestas de forma clarita, clarita, con buenos argumentos. Riendo, llorando o lo que haga falta.

No será fácil. Todo es desigual, las capacidades, el poder, el dinero. También el miedo que cae sobre todo de un lado. No será fácil. Es posible que acaben aplastándolas como algodoncito y forzándolas a salir, una segunda vez. Que las “extraigan” de su nuevo hogar. O no.

Siguen luchando para que no sea así

Siguen luchando para que no sea así. Estaremos a su lado. Juntarse en redes les fortalece, saben y sienten que tienen derechos, hablan y buscan alternativas productivas, las hacen reales. Seguiremos a su lado. De María Tránsito y de sus compañeras de comunidad. De las mujeres de Guatemala.

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