La violencia nuestra de cada día
Pareciera que los hechos sobrepasan la institucionalidad y nada alcanza a pesar de las normas, las leyes y la Constitución Política del Estado.
Cada semana otras historias se derraman en un llanto mustio por la pérdida de un ser querido e inocente.
En no pocos casos se conoció que la víctima buscó en forma insistente alguna salida, a través de denuncias de maltrato o entre sus seres queridos, pero no halló la respuestas inmediatas, justas y necesarias.
Ayer nomás Érica C. fue violada y degollada en el barrio Primavera de la población de Los Negros, Municipio Pampa Grande, tenía 16 años. Su cuerpo apareció abandonado. Seguramente, dirán los informes policiales, que además del ultraje sexual la asesinaron porque el criminal conocía a la víctima y para evitar ser delatado, procedió al siniestro y cobarde acto. Seguramente también se archivará otro caso que busca justicia en este valle de lágrimas. Y así nos seguimos inmunizando de tanta desolación y tragedia.
Estos crímenes buscan no solo doblegar a la víctima sino además reafirmar ese poder como señal para otros. Y de brazos cruzados vemos pasar el tiempo, donde potenciales víctimas engrosarán el número en las estadísticas.
¿Si la violencia se ha ido de las manos, dónde están las instituciones que ejercen el control y que administran la justicia generando el derecho de todos y de todas? Porque si ellas perdieron el derecho es hora de su devolución. Y pareciera ser una moneda de cambio que se diluye entre pasillos y trámites del nunca acabar.
Violencia de género, laboral, sexual, económica, política, intrafamiliar, machista, patriarcal, histórica, cultural, violencia siempre violencia. Oral, física, sicológica, infantil, digital, violencia siempre violencia.
A diario se reportan entre 10 y 12 casos de denuncias que buscan orientación y ayuda que se puede traducir en alguna clase de asistencia sicológica y económica, debido a que sufren maltrato por las prohibiciones y limitaciones dentro de la familia.
Siete de cada 10 mujeres sufren de violencia de todo tipo, las más frecuentes: física y sicológica, instaladas desde hace siglos en el consciente social e inconsciente colectivo. No discrimina edad, sexo, ni condiciones socioeconómicas.
Cada día hay menos derechos e incluso menos presupuesto para las políticas contra la violencia. Pareciera que los hechos sobrepasan la institucionalidad y nada alcanza a pesar de las normas, las leyes y la Constitución Política del Estado.
Luchar contra la pedagogía de la crueldad es una difícil tarea, una bandera de todos y de todos los días.
¿Es Bolivia un país violento o se trata de un fenómeno universal? Tanta falta de palabra, de diálogo, de consenso, de entendimiento, de treguas, de comprensión, de empatía, de sosiego, de sentido común, de solidaridad, de hermanamiento, de confraternidad, que termina transformando a este en un sitio violento.
Desde el momento que se acepte que las actitudes dañinas profundizan las heridas y retrasan el desarrollo colectivo, podremos comenzar a descubrir que existen nuevas relaciones, sanas y productivas y así creer que una nueva realidad es posible, desde la construcción, desde esa actitud para vivir en un mejor lugar en el mundo.