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Registran 20 casos de estupro y otros ilícitos en alojamientos


2018-01-11
www.paginasiete.bo
Página Siete

A esa cifra se suman 11 casos en 2017 de los registros de dos ONG cuyos miembros trabajan en la atención psicológica a víctimas de este tipo de delitos.

Gabriel Díez Lacunza  / La Paz


El estupro es el delito que más se cometió en alojamientos de La Paz durante el 2017 contra menores de edad. Esta figura delictiva se da cuando una persona entre 14 y 18 años tiene relaciones sexuales acordadas con otra, adulta, según explica la directora de Casos de la Misión Internacional de Justicia (IJM por sus siglas en inglés) en Bolivia, Analía Velásquez.


Según datos de la Fuerza Especial de Lucha contra la Violencia (FELCV) el año pasado se registraron 16 de estos casos sólo en alojamientos y lugares similares. Otros 11 casos registrados que tuvieron como lugar un centro de hospedaje, responden a violaciones de niño, niña, adolescente y de violencia sexual entre adolescentes. 

Para la elaboración de este reportaje se solicitó a la Policía Boliviana, a la FELCV de La Paz y a la Fiscalía, mediante su oficina de Comunicación, datos relevantes y precisos sobre estos delitos cometidos en  lugares de hospedaje. Pese a que se obtuvo una respuesta de todas esas instancias, la única oficina que proporcionó datos desagregados y más actualizados fue la FELCV. La información de la Policía  va sólo hasta el primer semestre del 2017, a nivel nacional.

Mientras que la Fiscalía, si bien proporcionó datos desagregados por tipo de delito e incluso por departamento, no facilitó información sobre la relación de estos hechos ilícitos y su comisión en lugares como alojamientos y similares. 


Por esta razón   no se cuenta con datos oficiales precisos sobre esta temática. Por ello, el presente reportaje se trabajó sobre la base de la información de la FELCV, la IJM Bolivia y la ONG Sepamos.


Entre los 20 casos registrados por la FELCV La Paz y los 11 casos obtenidos de otras instituciones, se puede hablar de manera extraoficial y parcial de 31 casos de violencia sexual contra menores cometidos en moteles y hospedajes, algunos clandestinos, que se dieron en la sede de Gobierno.

Como se explicó en páginas anteriores, una de las piezas clave en el rompecabezas es la falta de control en los ingresos a estos lugares. Otro de los elementos determinantes para que lleguen a consumarse los delitos es el modus operandi, ¿con qué métodos trabajan los agresores sexuales? El engaño y un falso enamoramiento, en el caso de estupro, es uno de éstos. Por último, existen situaciones en que son adolecentes quienes cometen los delitos contra la libertad sexual de la otra persona  que muchas veces es de su misma edad o menor.


Alcohol  y amenazas a víctimas

La ingesta de bebidas alcohólicas representa en algunos casos, según las entrevistas con especialistas, un factor determinante, pues se  embriaga a las víctimas y luego se abusa de ellas.

También se dieron situaciones en las cuales por recibir alguna bebida de una persona extraña o apenas conocida, las víctimas, por lo general menores de edad, despertaban en alojamientos una vez la vejación estaba consumada.

Por otra parte, en el récord de casos atendidos por la ONG Sepamos (nueve suscitados en centros de hospedaje) existe uno en el cual en menos de tres semanas un joven de 19 años sedujo a una de 12 y la violó. El agresor, según refiere la trabajadora de Sepamos Rosario Mamani, utilizó el WhatsApp para captar a la menor presentándose inicialmente como un adolescente de 15 años.

Otro caso es el de una persona de 27 años que contacta a otra de 15 mediante el Facebook. “¿No te acuerdas de mí?, soy amigo de tus primas”. Así comenzó él la relación por medio de esa red social. Al tiempo, según cuenta Velásquez, concertaron una cita y se vieron cerca de un alojamiento. Ingresaron y él le pidió a la adolescente que esperara en la entrada porque “trabajaba ahí”; le dio un refresco, quedó dormida y ella despertó luego de la violación.

“Se enteran de este caso porque la muchacha estaba con dolores en el estómago y cuando la llevan al hospital ella estaba para dar a luz”, recuerda Velásquez.

Como una excepción a estas situaciones, el jefe de División de Delitos contra la Vida y la Integridad Corporal de la FELCV La Paz, Alejandro Rodas, explica que se dan hechos extorsivos a la inversa.

“En estos meses se han tenido casos de denuncia con fines lucrativos: ‘yo voy a denunciar violación si tú no me das tanto’”, refiere.

Una vez cometidos los delitos, explican las y los investigadores civiles y policiales, una de las “armas” más frecuentes de los agresores es la amenaza. Uno de los hechos atendidos por Sepamos es la historia de C. L. J. (de 17 años) quien aceptó un refresco de un adulto en la calle. Como en otros casos similares fue dopada y despertó en un alojamiento luego de que la vejaran. Antes de salir del lugar, el hombre la amenazó arguyendo que era una persona con “influencias” y “poder”.

Violador reincidente, un caso sui generis de agresión a una familia


Con expresión aún escéptica, Analía Velásquez, directora de Casos y Alejandra Cámara, directora de Proyectos de la Misión Internacional de Justicia Bolivia, recuerdan el caso de un hombre, ahora de 32 años, que abusó sexualmente de tres hermanas y que se casó con una de ellas. “Él, como cuñado, obtiene la confianza de las niñas (de 12 y 15 años), de los padres y es a partir de esta relación de confianza que opta por sacarlas de la casa y llevarlas a otros lugares”, comenta Cámara. El lugar al que él las llevaba era un alojamiento en El Alto.


Este caso es curioso, explican estas investigadoras, dado que cuando la hermana mayor de éstas aún era menor de edad (ahora tiene 19 años) el sujeto abusó de ella y tuvieron un hijo. La joven queda embarazada y las familias pactan un casamiento. De esta manera, pese a tener el antecedente directo de ser un agresor sexual, los distintos actores colocan en situación de riesgo a las hermanas menores que terminan corriendo la misma suerte.


Con la residencia  en el municipio de Palos Blancos –a cinco horas de La Paz– y bajo la excusa de visitar a su madre en El Alto, él y su esposa, otrora víctima suya, viajaban con las niñas. Cuenta Velásquez que uno de los argumentos para justificar la presencia de las menores era que les “ayudaban” a cuidar al bebé.


En varios de esos viajes el agresor aprovechaba algún momento para salir de la casa de su madre, sin la esposa (hermana de las menores), para llevarlas a un alojamiento y abusar de ellas. Las investigadoras de la IJM no tienen certeza de si es que esta persona utilizó el mismo lugar más de una vez para cometer el ilícito.


Relatan que las amenazaba con matar a su hermana mayor si es que contaban algo de lo que él les hacía. Sin embargo, cierto día la esposa y hermana de las niñas descubre lo que sucedía y decide denunciarlo ante la justicia.


“En este caso la muchacha queda embarazada después de la primera agresión y es por eso también que la familia decide que se junten. Ahora la hermana es la que está llevando el proceso contra su exesposo, no los padres”, explica Velásquez.


Este es uno de los 36 casos atendidos por la ONG Misión Internacional de Justicia durante el año 2017. Uno de sus objetivos es patrocinar a víctimas y familiares de escasos recursos en los procesos en contra de agresores sexuales de menores de edad. Aparte de este, existe otro hecho cometido en un alojamiento y que es llevado por esta oficina.

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 Adolescente: “¿Por qué estoy aquí?, ¿qué me has hecho?”


N. R. A, de 16 años, compartía bebidas alcohólicas con sus amigas y amigos del colegio. En determinado momento, uno de ellos llama por teléfono a una nueva persona para que se adhiera a la reunión. Al poco tiempo el invitado llega con una bebida para “compartir”. Así comienza una historia en la cual un agresor sexual se vale del alcohol y alguna otra sustancia para abusar de una adolescente.


Pese a que ella se rehusó en primera instancia a beber el contenido de la botella que proporcionó el nuevo del grupo, fue obligada por sus compañeras y compañeros para que tomara el líquido. Al cabo de poco tiempo ella comenzó a sentirse mal a lo que el joven recién llegado le ofreció llevarla a su casa. Esto dado a que , al parecer, vivían en la misma zona y por eso se ofreció.


“Sin embargo, éste la llevó a un alojamiento”, se lee en un reporte del programa de Prevención de la violencia sexual, infanto-adolescente y atención integral a víctimas de la ONG Sepamos. “Antes de entrar la adolescente señala que le dijo ‘dónde estamos’ y él respondió que compraría agua para que se sienta mejor y para que no se den cuenta en su casa que había tomado”.


La segunda bebida fue determinante para que ella perdiera el conocimiento. Como en varios otros casos similares, N. R. A. despierta en un alojamiento y comienza a recobrar el sentido. Es entonces que le reclama y le pregunta qué hacían ahí. “¿Por qué estoy aquí?, ¿qué me has hecho?”, le increpa.

Además, la adolescente amenaza con denunciarlo mientras comienza a atar cabos. Él asegura que sólo fue para que sus papás no le detecten el aliento alcohólico y que fue a petición suya.


“De los casos atendidos, nueve en 2017, las víctimas señalan que han sido llevadas con engaños por sus victimarios. Sin embargo, es importante aclarar que muchas de ellas no recuerdan lo sucedido, simplemente que han despertado en un alojamiento, quienes aseguran que lo último que recuerdan es haber tomado una bebida y no recordar más”, dice el informe de Sepamos.


“No te piden documentación (en los alojamientos). Por eso estos casos de dopados no se acuerdan, directamente han aparecido. En El Alto hay lugares donde no es área turística, no llegan los autos, entonces tranquilamente entran a pie”, complementa Rosario Mamani, coordinadora del programa de Prevención de la violencia sexual, infanto-adolescente y atención integral a víctimas de esa ONG.

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El papel de las redes sociales en casos de violencia sexual


Las redes sociales están en el estrado de los acusados desde hace bastante tiempo. El mal uso que se les da, en este caso para cometer delitos, prolifera cada vez más y se convierte en una práctica común. “Eres muy linda” fue uno de los primeros mensajes que un joven de 19 años, haciéndose pasar por uno de 15, envió a una niña de 12 para seducirla. Una vez ganada la confianza de ella, los mensajes cambiaron de tono y se convirtieron en insinuaciones sexuales e incluían pedidos de fotografías íntimas.


Lastimosamente, se lee en un reporte de la ONG Sepamos, la niña accedió. Al poco tiempo de recibir el primer mensaje el sujeto le pidió que sea su enamorada, de momento, sólo a través del Internet, de ese sistema de mensajería conocido como WhatsApp. Ella aceptó. Mandó las imágenes y supuestamente era “su chica”, al menos en el mundo virtual.


Tres semanas después de haber entablado esa relación digital él le propuso tener una cita. El lugar escogido era la Ceja de El Alto. Cuando se conocieron él le propuso ir a un alojamiento y la menor aceptó pero con la condición de que fuera a la semana siguiente. Llegada la fecha convenida, según el informe de Sepamos, fueron al lugar y ella se arrepintió antes de que sucediera nada. Sin embargo, medió la amenaza de golpearla y de esa manera el agresor procedió con la violación.


En reiteradas ocasiones, mucho más en los últimos años, las autoridades policiales han advertido del peligro que las redes sociales representan para niños, niñas, adolescentes, adultos y para la sociedad en su conjunto. Una de las características de estos entornos virtuales es que no se debe confiar en que la persona que esté del otro lado del celular o computadora sea quien dice ser.


En la actualidad es una realidad que menores de edad tengan teléfonos inteligentes –con acceso a Internet– y que instalen redes sociales como Facebook y sistemas de mensajería instantánea como WhatsApp. Según una publicación en la web de la Fundación Redes, “con la popularidad y uso masivo de las redes sociales y juegos en red, muchos niños, niñas y adolescentes, brindan sus datos personales sin considerar que toda su información es visible por cualquier persona y en todo el mundo”.

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